Ansiedad (del lat. anxietas, -atis). A., Angstgefühl; F., Anxiété; In., Anxietas; P., Ansiedade. Angustia e intranquilidad que acompaña a las enfermedades agudas, en particular con sensación de constricción precordial, y que impide el sosiego de los enfermos. Los términos Angustia, Disforia se consideran, a veces, equivalentes.
El análisis de la definición ya nos da mucha información. Para empezar que término tan bonito, para un proceso tan desestabilizador para muchas personas. Me gusta más en francés, por su rotundidad, o en portugués, por su suavidad, ¡que bien suena..!. Se me vienen a la cabeza incluso canciones de toda la vida. Aunque el diccionario terminológico lo relaciona con enfermedades, el mundo moderno lo ha asumido como propio de nuestro tiempo en muchos otros ordenes de la vida, como el enamoramiento que canta el bolero, el estres (otra palabreja), las preocupaciones laborales, etc.
Es distinto a "el ansia", que en algunas regiones se refiere más a nausea, o a un apetito desordenado, "tiene ansia", no siempre de comida.
Nuestro idioma es muy rico y con muchas acepciones para cada término; por tener, incluso, puede una misma palabra, ser masculina o femenina, según lo que queramos acentuar: "el mar", "la mar", y así hasta el infinito... y más allá.
Como ya ha pasado este Puente festivo podemos hablar sin ansiedad de lo que nos ha preocupado en estos días: El control aereo, la escasez de Pediatras, el deterioro de la atención que todos prestamos a nuestros pacientes (de paciencia) sea en la asistencia pública o privada. Pediatras incombustibles están planteandose abandonar, porque tienen esa posibilidad, otros aguantan porque no les queda más remedio, "es lo que hay". Yo aún tengo esperanza en que esto tiene arreglo, pero... ¿cuando?.
La espera se hace dura a este lado de la mesa, pero no se puede renunciar, porque al otro lado es más duro en muchas ocasiones. Diagnósticos crueles nos ponen a todos en nuestro sitio; al enfermo, implicando toda su vitalidad personal y la de su red de protección, la familia y amigos, y a nosotros en nuestro papel de siempre: Curar si podemos y sabemos, casi siempre aliviando, y al menos consolando. No debemos olvidar que cualquier día pasaremos al otro lado de la mesa y agradeceremos una atención como la que debemos prestar
La atención primaria tiene la suerte de estar en la primera linea de batalla. Por supuesto no digo que la atención hospitalaria o especializada no cumpla con su labor, crítica muchas veces para la salud de las personas, si no que nosotros tenemos la oportunidad de seguir el proceso muy de cerca y, si queremos, con una gran implicación personal. Yo no siempre lo he logrado.
Parece que me he alejado del título, pero no es así. Para demostrarlo os presento la Oración de Maimonides, que en el siglo XII, en Cordoba, su ciudad, escribió con tanta ciencia como cariño por las personas.
LA ORACION DE MAIMONIDES
Dios Todopoderoso. Tú has creado el cuerpo humano con infinita sabiduría. Tú has combinado en él diez mil veces, diez mil órganos, que actúan sin cesar y armoniosamente para preservar el todo en su belleza: el cuerpo que es envoltura del alma inmortal. Trabajan continuamente en perfecto orden, acuerdo y dependencia.
Sin embargo cuando la fragilidad de la materia o las pasiones desbocadas del alma trastornan ese orden o quiebran esa armonía, entonces unas fuerzas chocan con otras y el cuerpo se desintegra en el polvo original del cual proviene. Tú envías al hombre la enfermedad como benéfico mensajero que anuncia el peligro que se acerca y le urges a que lo evite.
Tú has bendecido la tierra, las montañas y las aguas con sustancias curativas, que permiten a tus criaturas aliviar sus sufrimientos y curar sus enfermedades. Tú has dotado al hombre de sabiduría para aliviar el dolor de su hermano, para diagnosticar sus enfermedades, para extraer las sustancias curativas, para descubrir sus efectos y para prepararlas y aplicarlas como mejor convenga en cada enfermedad.
En Tú eterna Providencia, Tú me has elegido para velar sobre la vida y la salud de Tus criaturas. Estoy ahora preparado para dedicarme a los deberes de mi profesión. Apóyame, Dios Todopoderoso, en este gran trabajo para que haga bien a los hombres, pues sin Tu ayuda nada de lo que haga tendrá éxito.
Inspírame un gran amor a mi arte y a Tus criaturas. No permitas que la sed de ganancias o que la ambición de renombre y admiración echen a perder mi trabajo. Pues son enemigos de la verdad y del amor a la humanidad y pueden desviarme del noble deber de atender al bienestar de Tus criaturas.
Da vigor a mi cuerpo y a mi espíritu, a fin de que estén siempre dispuestos a ayudar con buen ánimo al pobre y al rico, al bueno y al malo, al enemigo igual que al enemigo. Haz que en el que sufre yo vea siempre a un ser humano.
Ilumina mi mente para que reconozca lo que se presenta a mis ojos y para que sepa discernir lo que esta ausente y escondido. Que no deje de ver lo que es visible, pero no permitas que me arrogue el poder de inventar lo que no existe; pues los límites del arte de preservar la vida y la salud de Tus criaturas son tenues e indefinidos.
No permitas que me distraiga: que ningún pensamiento extraño desvíe mi atención cuando esté a la cabecera del enfermo o perturbe mi mente en su silenciosa deliberación, pues son grandes y complicadas las reflexiones que se necesitan para no dañar a Tus criaturas.
Que los que son más sabios quieran ayudarme y me instruyan. Haz que de corazón les agradezca su guía, porque es muy extenso nuestro arte.
Que sean los insensatos y locos quienes me censuren. Que el amor de la profesión me fortalezca frente a ellos. Que yo permanezca firme y que no me importe ni su edad, su reputación o su honor; porque si me rindiera a sus críticas podría dañar a Tus criaturas.
Llena mi alma de delicadeza y serenidad si algún colega de más años, orgulloso de su mayor experiencia, quiere desplazarme, me desprecia o se niega a enseñarme. Que eso no me haga un resentido, porque saben cosas que yo ignoro. Que no me apene su arrogancia. Porque aunque son ancianos, la edad avanzada no es dueña de las pasiones. Yo espero alcanzar la vejez en esta tierra y vivir en Tu presencia, Señor Todopoderoso.
Haz que sea modesto en todo excepto en el deseo de conocer el arte de mi profesión. No permitas que me engañe el pensamiento de que ya sé bastante. Por el contrario, concédeme la fuerza, la alegría y la ambición de saber más cada día. Pues el arte es inacabable y la mente del hombre siempre puede crecer.
En Tu eterna Providencia, Tú me has elegido para velar sobre la vida y la salud de Tus criaturas. Estoy ahora preparado para dedicarme a los deberes de mi profesión. Ayúdame, Dios Todopoderoso, en este gran trabajo para que haga bien a los hombres, pues sin tu auxilio nada de lo que haga tendrá éxito.
Moshé Ben Maimón,
Maimónides, El Sefardí